Un consorcio internacional de investigadores acaba de descifrar la secuencia completa de ADN del tomate. La investigación, que ha llevado ocho años de trabajo de más de 300 científicos de 13 países y que ocupa hoy la portada de la revista Nature, pone a disposición de los investigadores un mapa de alta resolución de los genes de esta planta hortícola y promete ser un antes y un después en la mejora de las variedades de cultivo.
El artículo no sólo ofrece el genoma completo del tomate común ('Solanum lycopersicum'), sino que lo compara con su pariente cercano el tomate salvaje ('S. pimpinellifolium'), especie con la que trabajaba Charles Rick, y con la patata ('S. tuberosum'), otra especie del mismo género.
Al comparar los genomas de estas especies, los investigadores han observado que el genoma del tomate de cultivo y el silvestre sólo divergen un 0,6%. En cambio, la divergencia entre el genoma del tomate y el de la patata es de más del 8%. Ello es debido a que, durante la evolución, se han invertido y repetido fragmentos largos del genoma.
Estas reorganizaciones genómicas explicarían cambios evolutivos que sucedieron hace millones de años y que contribuyeron a la aparición de nuevas especies de plantas con frutos y a la diversificación de estas. Por otro lado, se ha visto que algunos de los fragmentos repetidos incluyen genes que serían responsables, entre otras cosas, del control de algunas características del fruto como por ejemplo la formación de la piel. Así, dichas repeticiones habrían contribuido a formar una piel más resistente para conservar mejor el fruto.
Pero las implicaciones del trabajo van mucho más allá de las puramente evolutivas. Según los propios autores del trabajo, que ha contado con una amplia participación española, ofrece nuevas herramientas para la agricultura en el futuro.
"Esta secuencia es como un mapa de alta resolución, pero que está en un idioma que no entendemos bien", explica Antonio Granell, coordinador de la participación española en el consorcio internacional e investigador del Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, un centro mixto del CSIC y de la Universidad Politécnica de Valencia.
"Podemos saber si hay un pueblo o dónde hay una montaña, pero no sabemos quién vive allí y a qué se dedican. El trabajo que hay que hacer ahora es identificar en ese mapa de genes las funciones que nos interesan, como que el tomate sea más dulce y sabroso o la planta sea resistente a enfermedades que ahora sí le afectan".
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